Suele sucedernos que nos atamos demasiado a relaciones que ya no nos convienen, a hombres que ya nada nos aportan o merecen…

Tenemos que aprender a decir adiós, a cuidar de nuestro futuro protegiéndonos de futuros engaños y lamentos.

Decir adiós no es algo que se haga por placer, pero sí por nuestro propio bien. Saber decir adiós es saber hacerse valer.

Es duro tener que poner un punto y final.
Unas de las situaciones más difíciles que se nos presentan a menudo, son los finales, o mejor dicho, las renuncias. Ese momento en que tenemos que parar la maquinaria mental y emocional, hacer una pausa, respirar y pensar en los contextos en los que estamos inmersas y tomar decisiones.

Es duro darse cuenta de que hay que tomar elecciones que abren abismos, dejan historias truncadas, o ponen fecha de caducidad a las relaciones.

 A veces, es mejor  decir adiós.

Es triste cuando llega el momento en que tenemos que evocar la sabiduría y aceptar que el adiós es el remedio más eficaz. Aprender a decir adiós, implica mucho más que terminar una relación, pues supone para nosotras reconocer que hay avatares de la vida, infortunios, y dificultades que se nos escapan de nuestras manos.

Adiós es soltar, dejar fluir lo que se ha estancado en a lo largo de nuestra vida; es sin más, dejar de invertir energía en resistir, en creer que no es cierto, en evadir y en buscar miles de formas de evitar la realidad.

Para saber decir adiós, hay que saber reconocer la realidad.
Debemos ser conscientes de las cosas que nos hacen bien o mal, es un paso importante en la madurez personal, y creo que uno de los pilares para construir la felicidad.

Muchas veces tanto las personas, cosas, como los alimentos, entretenimientos, placeres, gozos y alegrías son nefastas para nuestra salud física y emocional, por lo que liberarnos de ellas puede ser un síntoma de inteligencia emocional.

A veces la gente dice "para qué voy a dejar de fumar, si me gusta”; una frase tan infantil, que parece escudriñar el hecho de que si algo es dañino para la vida basta sostenerlo por un gusto.

No decimos adiós por gusto sino por deber.
Generalmente planteamos en las relaciones "no lo dejo porque lo quiero”… y en líneas amplias, ni el gusto ni el amor son ingredientes necesarios ni único para mantener hábitos o vínculos.

Un adiós a tiempo previene futuros lamentos.
Aprender a decir "basta”, "hasta aquí”, y "adiós”, son formas de protegernos unos a otros de posibles daños.

Saber decir adiós y soltar lo que tenemos son hábitos saludables que nos pueden facilitar la plenitud y satisfacción personal y social.

Y tú, ¿a qué cosas crees que deberías decir adiós?

Compartido por Leticia Lucero