El propósito de la vida es servir a los demás y cuanto
más difícil sea tu labor, mayor es el reto y mayor la oportunidad de
vivir una vida plena.
Dalai Lama
* Desarrollar compasión
Algunos
de mis amigos me han dicho que aunque al amor y la compasión son
maravillosos y buenos, realmente no son muy relevantes. Nuestro mundo,
afirman ellos, no es un lugar en el que dichas creencias tengan mucha
influencia o poder. Sostienen que la ira y el odio son una parte tan
predominante de la naturaleza humana que la humanidad siempre estará
sometida a ellos. No comparto este punto de vista.
Los seres humanos hemos existido en nuestra forma presente por más de cien mil años.
Creo
que si durante este tiempo la mente humana hubiera estado dominada
principalmente por la ira y el odio, nuestra población total habría
disminuido. No obstante, a pesar de todas nuestras guerras, encontramos
que actualmente nuestra población es mayor que antes.
Esto indica claramente que el amor y la compasión prevalecen en el mundo.
Esta es la razón por la cual los hechos desagradable son «noticia». Las
acciones compasivas son una parte tan importante de nuestra vida diaria
que se dan por sentadas y, por lo tanto, en su mayoría se ignoran.
Hasta
ahora he discutido los beneficios mentales de la compasión. Sin
embargo, ésta también contribuye al bienestar físico. De acuerdo con mi
propia experiencia, la estabilidad mental y el bienestar físico
se relacionan directamente. Sin lugar a dudas, la ira y la agitación nos
hacen más susceptibles a las enfermedades. Si la mente está tranquila y
ocupada en pensamientos positivos, el cuerpo no se convertirá en presa
fácil de las enfermedades.
Sin embargo, es cierto que todos
poseemos una capacidad innata de centrarnos en nosotros mismos que, por
supuesto, nos impide amar a otros. En este punto podemos preguntarnos
lo siguiente: si deseamos obtener la felicidad que sólo proporciona una
mente calmada y si dicha paz mental sólo la da una actitud compasiva,
¿cómo desarrollar este tipo de actitud?
Obviamente, no
es suficiente con pensar en lo linda que es la compasión. Necesitamos
hacer un esfuerzo concertado para desarrollarla. Debemos utilizar todos
los sucesos de nuestra cotidianidad para transformar nuestros
pensamientos y nuestro comportamiento.
Primero
que todo, debemos aclarar qué quiere decir compasión. Muchas formas de
sentimiento compasivo se mezclan con el deseo y el apego. Por ejemplo,
el amor que los padres sienten por sus hijos con frecuencia se asocia
con sus propias necesidades emocionales y, en esa medida, no es del todo
compasivo. De nuevo, en el matrimonio, el amor entre esposo y
esposa, particularmente al comienzo cuando ninguno conoce al otro
completamente, depende más del apego que del amor genuino. Nuestro deseo
puede ser tan fuerte que la persona a quien amamos nos parece buena
cuando, en efecto, él o ella es muy negativo(a). Además, tendemos a
sobredimensionar las cualidades positivas y, por eso, cuando la actitud
de nuestra pareja cambia, nos sentimos desilusionados y nuestra actitud
también se transforma. Esto nos indica que el amor, en muchos
casos, proviene de motivaciones estrictamente personales y no de una
preocupación genuina por el otro.
La
compasión verdadera no es una respuesta emocional sino un compromiso
firme fundado en la razón. Por lo tanto, una actitud verdaderamente
compasiva hacia los otros no se modifica incluso si éstos se comportan
negativamente. Por supuesto, desarrollar este tipo de compasión no es nada fácil. Para comenzar, consideremos los siguientes hechos:
Sin
importar que una persona sea bella y cariñosa o fea y disociadora, en
última instancia es un ser humano como nosotros mismos. Al igual que
cualquiera de nosotros, desea obtener la felicidad y no desea sufrir.
Por lo demás, su derecho a ser feliz y a vencer el sufrimiento es tan
legítimo como el nuestro. Ahora bien, cuando reconocemos que
todos los seres son iguales en su deseo de ser felices y en su derecho a
serlo, automáticamente sentimos empatía y cercanía hacia ellos. Al
acostumbrar a nuestra mente a este sentido de altruismo universal,
desarrollamos un sentido de responsabilidad por los otros: el deseo de
ayudarlos a que superen sus problemas activamente. Este deseo no es
selectivo, se aplica a todos por igual. En tanto seres humanos
que, como nosotros, experimentan placer y dolor, no hay razón lógica
para discriminar entre unos y otros o para alterar nuestra preocupación
por ellos si se comportan en forma negativa.
Quiero enfatizar que si tenemos el tiempo y la paciencia suficientes, podremos desarrollar este tipo de compasión. Por supuesto,
nuestra capacidad de centrarnos en nosotros mismos, nuestro apego
característico al sentimiento de un «yo» autoexistente e independiente,
es lo que, fundamentalmente, inhibe nuestra compasión.
Ciertamente,
la verdadera compasión sólo puede experimentarse cuando se elimina este
tipo de aferramiento al yo. Sin embargo, esto no significa que no
podamos comenzar a intentarlo ahora.
* Cómo empezar
Debemos comenzar deshaciéndonos de los obstáculos más grandes: la ira y el odio.
Como
todos sabemos, la ira y el odio son dos emociones muy poderosas que si
no se controlan pueden tomarse nuestra mente, invadirnos por completo.
No obstante, es posible controlarlas.
Teniendo
en cuenta lo anterior, para comenzar sería bueno indagar si la ira
tiene o no valor. Algunas veces, cuando nos sentimos desanimados a causa
de una situación difícil, aparentemente la ira resulta útil en tanto
nos proporciona energía, confianza y determinación.
Empero, en este punto debemos examinar cuidadosamente nuestro estado mental.
Aunque
es cierto que la ira da más energía, si exploramos la naturaleza de esa
energía, nos damos cuenta de que es ciega: nunca estamos seguros de si
sus efectos van a ser negativos o positivos. Esto sucede porque la ira
eclipsa la mejor parte de nuestro cerebro: su racionalidad. Por eso, la
energía de la ira casi nunca es confiable. Puede causar una gran
cantidad de comportamientos destructivos o desafortunados. Por lo demás,
si la ira llega al extremo, nos convertimos en especies de locos que
actúan de formas que no sólo son dañinas para nosotros mismos sino para
los demás.
No obstante, es posible
desarrollar una energía igualmente poderosa con la cual manejar las
situaciones difíciles. Esta energía controlada proviene no sólo de una
actitud más compasiva sino de la razón y la paciencia, los dos antídotos
más poderosos contra la rabia. Desafortunadamente, algunas personas
confunden estas cualidades con debilidad. Por mi parte, creo lo
contrario, es decir, que estas dos cualidades son signos reales de
fortaleza interior. Por naturaleza, la compasión es suave y
pacífica, pero también muy poderosa. Inseguros e inestables son quienes
pierden fácilmente la paciencia. Desde mi punto de vista, el surgimiento
de la ira es un signo directo de debilidad.
Entonces, cuando
nos encontremos con un problema, lo primero que tenemos que hacer es
ser humildes, mantener una actitud sincera y esperar que el resultado
sea justo. Por supuesto, otros pueden querer aprovecharse de nosotros y
si nuestra actitud de permanecer desapegados sólo provoca que nos sigan
agrediendo injustamente, debemos adoptar una postura fuerte.
Sin embargo, debemos hacerlo con compasión y si nos resulta necesario
expresar nuestros puntos de vista y tomar medidas fuertes, debemos
hacerlo sin rabia y sin mala intención.
Es
importante que nos demos cuenta de que aunque nuestros opositores
aparentemente nos están haciendo daño, a la postre, su actitud
destructiva sólo los perjudicará a ellos mismos.
Con
el fin de controlar nuestros impulsos egoístas de venganza, debemos
recordar nuestro deseo de practicar la compasión y asumir la
responsabilidad para ayudar a los otros con el fin de que no sufran las
consecuencias de sus propios actos.
De esta forma,
en la medida en que escojamos cuidadosamente las acciones que llevemos a
cabo, éstas serán más efectivas, más adecuadas y más poderosas. La
retaliación con base en la energía ciega de la ira, rara vez da en el
blanco.
* Amigos y enemigos
Debo
enfatizar nuevamente que con sólo pensar en que la compasión, la razón y
la paciencia son buenas no es suficiente para desarrollarlas. Debemos
esperar los momentos difíciles y, entonces, intentar ponerlas en
práctica.
¿Y quién crea las oportunidades? Por supuesto no son nuestros amigos sino nuestros enemigos. Ellos son quienes más problemas nos dan. Por eso, si realmente queremos aprender, debemos considerar a nuestros enemigos como nuestros mejores maestros.
Para quienes apreciamos la compasión y el amor, es
esencial la práctica de la tolerancia y, para poder practicar la
tolerancia, tenemos que contar con nuestros enemigos. En este sentido,
debemos sentir gratitud hacia ellos, ya que son los que más contribuyen a
que obtengamos la paz mental. Con frecuencia, tanto en la vida
pública como en la privada, cuando las circunstancias cambian, los
enemigos se convierten en amigos.
La ira y el
odio siempre son dañinos y a no ser que entrenemos nuestra mente y
trabajemos duro para reducir su influencia negativa, seguirán
molestándonos y haciendo difícil que obtengamos la paz mental. La ira y
el odio son nuestros reales enemigos. Esas son las fuerzas que
necesitamos confrontar y derrotar, no los «enemigos» temporales que
intermitentemente aparecen en nuestra vida.
Por
supuesto, es natural y correcto que deseemos tener amigos. A menudo
afirmo, en broma, que si queremos ser egoístas, tenemos que ser muy
altruistas. Para lograr tener muchos amigos, es necesario preocuparnos
por los otros, por su bienestar, ayudarlos, servirles, conseguir más
sonrisas. ¿El resultado? ¡Cuando necesitamos ayuda, encontramos miles de
personas que quieren ayudarnos! Si, de otro lado, somos negligentes en
relación con la felicidad de los demás, en el largo plazo resultaremos
derrotados. ¿Es la amistad el resultado de las batallas y las peleas, de
la ira, de la envidia y de la competitividad? No creo. Sólo el afecto nos trae amigos genuinos.
En
la sociedad materialista de hoy, si tenemos poder y dinero,
aparentemente tenemos muchos amigos. Sin embargo, no son amigos de
nosotros. Son amigos del dinero y el poder. Cuando perdemos la fortuna y
la influencia, nos resulta muy difícil seguirle la pista a estas
personas.
El problema reside en que
cuando las cosas del mundo marchan bien para nosotros, creemos que
podemos manejarlo todo y que no necesitamos amigos. Sin embargo, en la
medida en que nuestro estatus y nuestra salud declinan, nos damos cuenta
de lo equivocados que estábamos. Ese es el momento en nos enteramos de quién es realmente útil y quién es completamente inútil.
En ese sentido, con el fin de prepararnos para ese momento, con el fin
de hacer amigos genuinos que nos ayuden cuando lo necesitemos, debemos
cultivar el altruismo.
Aunque algunas veces la
gente se ríe cuando se lo digo, yo siempre quiero tener más amigos. Me
encantan las sonrisas. Debido a esto, tengo el problema de saber cómo
hacer más amigos y cómo conseguir, en particular, sonrisas genuinas. Hay
muchos tipos de sonrisas: sarcásticas, artificiales y diplomáticas.
Muchas sonrisas no producen un sentimiento de satisfacción y algunas
veces pueden ocasionar sospechas y miedo.
Sin
embargo, una sonrisa genuina nos da un sentimiento de frescura ya que es
una característica especial de los seres humanos. Si este es el tipo de
sonrisas que queremos, nosotros mismos debemos crear las condiciones
para que se dé.
* La Compasión y el Mundo
Como
conclusión, me gustaría extender mis pensamientos más allá del tópico
de este escrito breve y señalar algo mucho más amplio: la felicidad
individual puede contribuir en forma profunda y efectiva al mejoramiento
general de nuestra comunidad humana.
Puesto que
todos compartimos la misma necesidad de amor, es posible sentir que
cualquier persona que conozcamos, sin importar cuáles sean las
circunstancias, es un hermano o una hermana. Hay que ignorar la novedad
de su rostro o las diferencias en la forma de vestirse o de comportarse.
No existen divisiones significativas entre nosotros y los demás.
Centrarnos en las diferencias externas es estúpido, ya que nuestra
naturaleza básica es idéntica.
En última instancia, la
humanidad es una y este pequeño planeta es nuestro único hogar. Si
queremos proteger nuestro hogar, necesitamos experimentar un vívido
sentimiento de altruismo universal. Sólo este sentimiento puede
hacer que desaparezcan las motivaciones egoístas que hacen que las
personas se engañen unas a otras.
Si poseemos un
corazón sincero y abierto, naturalmente nos autovaloraremos y sentiremos
confianza en nosotros mismos. Como consecuencia de lo anterior, ya no
sentiremos miedo.
Considero que en todos
los niveles de la sociedad, familiares, tribales, nacionales e
internacionales, la clave para un mundo más feliz y exitoso es el
desarrollo de la compasión. No tenemos que volvernos religiosos
ni creer en una ideología. Lo único que necesitamos es desarrollar
nuestras cualidades humanas innatas.
Yo intento tratar a todas las personas que conozco como si fueran viejos amigos.
Esto me proporciona un sentimiento de felicidad genuina.
Es la práctica de la compasión.
Tenzin Gyatso
S.S. XIV Dalai Lama